jueves, 17 de junio de 2010

Lágrimas de cocodrilo

Si hay algo interesante que nos deja esta diarrea de emociones que representa un Mundial de fútbol son las imágenes. La de los protagonistas, las de los aficionados, la de los ganadores y la de los perdedores. Pero sobre todo, entre tanta emoción pasajera y tanto circo, me sorprende el fondo político que hay en determinados enfrentamientos, selecciones y banderas. La de este Mundial, o por lo menos la primera de la dejamos a un tal Jong Tae-Se, un jugador norcoreano, que no es coreano, ni japones, ni surcoreano...pero cuyo sueño se cumplió al sonar el himno de Corea del Norte, la selección que el defiende en esta competición.

Este personaje es lo que comúmente se denomina zainichis, grupo étnico de coreanos que viven en Japón, estudió en escuelas donde la primera premisa era jurar lealtad a Kim Jong Il. Según nos cuenta El Mundo.es, Jong es nacido y criado en Japón, su historia comienza no cuando llega al mundo sino cuando la fuerte ideología comunista de su madre, nacida en Corea del Sur, la lleva a criar a su hijo en el país nipón, pero bajo las creencias norcoreanas y bajo una acérrima lealtad al régimen de Kim Jong Il. Heredó la nacionalidad surcoreana de su padre, de la que siempre ha renegado, adquirió la japonesa por nacimiento, pero quiso ser norcoreano y representar a 'su país' con un balón en sus pies, cuando en el año 2005 presenció la derrota de su país adoptivo a manos de Japón por 2-1 durante la fase de clasificación para la Copa Mundial de la FIFA 2006.

El tema es que cuando vi a este personaje llorando, me recordó esa fascinante historia/película de los años 80 llamada Pulgasari en el que la inteligencia norcoreana secuestró a un director coreano para que este bajo los servicios del dictador de turno hiciera una de esas películas que entra en la historia no por mérito propio sino por el trasfondo histórico que esconde. Tal y como nos cuenta en el blog de peliscutres, Kim Song, hijo de Kim Jon Il II "grandioso" dictador norcoreano, y encargado del departamento de propaganda del régimen, se obsesionó por el cine como método propagandístico, lo que le llevó a producir y supervisar personalmente -aunque en la sombra- varias películas. Pero la maquinaria cinematográfica de Corea del Norte seguía siendo muy pobre, como el resto del país, vaya, arruinado por los presuntos ideales de su líder, así que al bueno de Kim no se le ocurrió mejor opción que mandar a su servicio secreto a raptar a Choe Eun Hee, la que por entonces era la actriz de mayor éxito en Corea del Sur. Pero no contento con ésto, poco después también raptó a su marido, Sang-ok Shin, productor y director de igual éxito, y a ambos les puso a hacer películas para satisfacer su extraño ego.


Me pregunto si este pobre hombre que es capaz de parti el corazón de hasta Manolo el del Bombo, es realmente un David Beckam, del régimen más autoritario del planeta ¿Y más aún, por qué sigue creyendo en el un dictador como Kim Il Jong II cuando ama los coches de lujo y es el único en poseer una Playstation en su modesto equipo? Mas de esta fascinante historia en elmundo.es (Good By Kim Jong Il)

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